lunes, 13 de abril de 2009

Chiripá






En la lengua quichua chiri-pac, significa "para el frío".El "chiripá", cuyos antecedentes le asignan un probable origen indio, es una especie de manta, muy parecida al poncho -que lo reemplazaba, en casos de necesidad- y hasta se afirma que los primeros "chiripaes" no fueron otra cosa.
Es un rectángulo de tela de lana paño de bayeta, usado en lugar de pantalones por los gauchos. Se cubrían con él caderas, muslos y piernas pasando por entre las piernas y se sujetaba a su cintura por una ancha faja. El chiripá era de gran amplitud y permitía que el gaucho se moviera en sus faenas rurales con la mayor libertad.
Comenzó a usarse a fin del siglo XVIII sustituyendo al calzón. Quienes primero usaron una prenda similar, fueron los indios catequizados en los establecimientos misioneros como consecuencia de la necesidad inmediata que tuvieron los jesuitas al organizar los pueblos, de vestirlos de acuerdo a los principios morales y de pudor a la religión.

El primer tipo de chiripá, es el de forma de mandil o de faldeta o mantilla. Consiste en un rectángulo de tela de telar, de lana o de algodón, o de bayeta, tripe, etc., de un solo color vivo sus medidas son, de largo el suficiente como para dar una vuelta y media a la cintura y caderas en la forma señalada, cruzándose en forma total en la delantera, y el ancho, como para Ilegarle al usuario desde la cintura a un poco por debajo de las rodillas, siendo que, a veces su borde superior se doblaba hacia afuera, como un refuerzo en la cintura.

Es pues incorrecta la versión de algunos "nativistas" que lo llevan más corto que a las rodillas, una especie de `mini chiripá . Téngase en cuenta que el propio Blanes, tan minucioso en estos temas, al baqueano, Andrés Cheveste, en el célebre cuadro "E1 Juramento de los 33", le pone un chiripá rojo de este tipo, y Hernández, en los versas que le dedica, siendo que él debió conocer bien este tipo de prenda entre correntinos y entrerrianos urquicistas, dice con cierto humor "y pa' mejor le ha salido medio escaso el chiripá", no obstante que le llega justo a las rodillas.

Este chiripá, muchas veces, llevaba flecos en su perímetro o cuando menos una trencilla en contratono, y otras tantas tenía dibujos o bordados, si no en toda su extensión, cuando menos en los ángulos inferiores delanteros. Aunque solía ser de un sólo color liso y bien vivo: rojo, azul, celeste, verde, amarillo, blanco, no pocas veces, al ser de lana, de telar, era totalmente rayado, como algunos ponchos, también con colores vivos.

El chiripá colocado entre las piernas, como pañal, es de uso algo más tardío, como ya indicamos y fue, casi siempre, en principio, un poncho o un medio poncho de telar, por lo que naturalmente, tenía flecos en su perímetro y era de un color de fondo, con listas o rayas de otro u otros' colores.

Agreguemos que el chiripá fue, desde sus orígenes, una prenda de uso entre los hombres más modestos, los menos pudientes, changadores y 'peones, de la campaña, siendo que los capataces, mayordomos y hacendados siguieron usando el calzón de tipo hispánico hasta bien avanzado el Siglo XIX, hasta la tercera década cuando menos ( 1830).

Hubo una suerte de transición por aquellos años, en que éstos, agregaron sobre el calzón, un chiripá de color vivo, quizás con dos fines, proteger los mulos y los fundillos del continuo andar a caballo, quizás por parecerse más a los "verdaderos" gauchos, en momentos en que el creciente nacionalismo de los estados recién nacidos, empezaba a destacar con relieves propios todo aquello que simbolizara valores culturales del "país".

La difusión del uso militar, o casi militar, de este tipo de chiripá entre las tropas rosistas y urquicistas y sus aliados de uno y otro bando, en estas márgenes del Plata, trajeron dos consecuencias bien marcadas: una respecto a su confección con las telas habitualmente destinadas a la fabricación de uniformes, p. ej. bayeta, o paño de lana, de un solo color vivo, generalmente rojo o azul.

La otra, la difusión interna de uso entre el pequeño pueblo urbano de las orillas de las ciudades-puertos platenses: Buenos Aires, Montevideo y aún, Rosario, Paysandú, etc. Consecuencia, que un nuevo tipo social que se venía perfilando, en esas zorras, matarife de saladeros, gaucho dislocado de su habitat, soldado o ex soldado, vago de pulperías, ladrón de caballos, etc., en definitiva el guapo o compadrito, adoptará como primer símbolo de su figura de macho pendenciero, junto al cuchillo, el chiripá. Así, cada vez más, al chiripá de tela de color vivo, liso, se le agregan sobre todo en las dos puntas anteriores, las que caen en pliegues triangulares al frente y lados de los muslos, finos bordados en contratono, que incluyen flores, iniciales y hasta corazones y dédicas; todo siempre de tamaño pequeño y factura de cierta tradicional calidad, herencia de la vieja pasamanería española.

El circo criollo es, como se ha reconocido, la cuna original, del teatro rioplatense, y es, a la vez, uno de los mejores pretextos para que se expresen los sentimientos de reacción "antigringa", que paradojalmente, venían incubándose en la sociedad, particularmente la urbana, de ambas márgenes del Plata, mecanismo cultural de defensa, ante las nuevas mayorías de los más variados orígenes europeos, buscando preservar afectos o valores propios, tradicionales, los que se entendía como más representativos de la nacionalidad. Así, en nuestro país, se produce un movimiento, más o menos intelectual y literario, que va de lo casi ingenuamente folklórico a un nacionalismo romántico fundado en la exaltación de hondos valores del espíritu, y tiene una variada gama de cultores.

El circo primero, y el teatro criollo luego, levantan el chiripá como un símbolo. Pero no cualquier chiripá, sino su chiripá. Ese que se adecuaba al espectáculo de luz y color. Negro para recortar la figura del héroe-matarife de turno, sobre el fondo albo de la carpa, con aquellos grandes floripones bordados de los chales, y con la trencilla convertida en ancha cinta, también de color fuerte. Y será este chiripá, que con ese sentido de símbolo tomarán los nativistas de la hora, para usarlo puntual y religiosamente en sus fogones dominicales, en los que se procura, siempre de buena fe, pero con mayor o menor calidad de espíritu, sinceridad filosófica, o conocimiento de causa, revivir, conservar, exaltar, los valores tradicionales de la cultura nacional. Aquella vieja cultura vacuna, forjadora, causa y efecto de defectos y virtudes de nuestro ser y quehacer.

Y será este mismo chiripá el que Carlos Gardel paseará triunfante por París, enancado en el corcel maravilloso de su voz y su simpatía carismática.

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