lunes, 25 de mayo de 2009

Tirador , Chanchero y rastra






El cinto de nuestra gente rural, changadores, gauderios, gauchos, hacendados, peones, etc., tiene como casi todas las pilchas de su uso, origen en el viejo mundo y en antiguas culturas. En efecto: pueblos tan antiguos como los egipcios, los persas, los griegos, etc., usaron, para la guerra, anchos cintos de cuero, con o sin bolsillos, tachonados con chapas metálicas y cerrados o abrochados al frente, también con grandes rodetes o chapas de metal labrado. Una finalidad especial tenía este tipo de cinturón y era la de proteger la cintura y, sobre todo por delante, la zona blanda abdominal, de los golpes punzantes de las armas blancas de combate, espadas, lanzas, picas, etc.
Con el uso de las primitivas armas de fuego de pedernal, se hizo necesario que el soldado cargase una serie de implementas para su uso: la pólvora, que la llevaban en un cuerno; piedras de repuesto; metralla o balas, de plomo y de hierro. A estos últimos resultaba más adecuado llevarlos en amplios bolsillos de cuero, con tapa de abrochar, adosados o formando parte de un cinturón, que más que elemento de sujeción, era parte de su equipo de campaña.
Lo mismo, lógicamente, habría de ocurrir con los cazadores y colonizadores de tierras donde la posible agresión permanente de individuos nativos hostiles o de animales, exigiera el ir continuamente armado. Estos cintos de "tiradores", se llevaban tanto a la cintura o algo más abajo, como en bandolera. Se fabricaban generalmente de un cuero flexible o de una tela fuerte y en su cuerpo, o adosados a él; se formaban varios bolsillos, generalmente en número de tres, uno dorsal, que podía ser ventral haciendo girar el cinto y uno sobre cada flanco. Se ajustaban estos cintos con una abotonadura grande, una o varias hebillas con tirillas, o simplemente con tiras atadas. No caben dudas que fueron los soldados de la conquista y los elementos provincianos españoles, que trajeron este tipo de cintos al Río de la Plata.
Una antigua tradición peninsular, de origen arábigo, la de los finos trabajos en cuero curtido, conocidos precisamente, como marroquinería, con el agregado de verdaderos bordados en hilos de color (que aquí en el Plata y ya en plena Edad del Cuero del Siglo XVIII, serían sustituidos por finos tientos de cuero crudo de potrillo) daría bases artesanales de especial interés a los tiradores, hechos en cueros finos, tafiletes, gamuzas o ante, etc., de colores combinados, recortados y sobrepuestos y con dibujos finamente realizados con tientos también teñidos, siguiendo la mencionada tradición. A veces al cuero también se le pintaban, sobre todo, motivos fitomorfos (flores y hojas) en colores vivos.
Otra vertiente cultural, hispánica y provinciana, la de las pasamanería y arte del bordado, vino a coadyuvar en la espectacular confección de tiradores, cuyo fondo o respaldo era de cuero y se forraban en género fuerte, pero muchas veces rico (como seda, terciopelo); que decoraban, a veces pintados, las más con bordados y más tardíamente con aplicación de materiales tan delicados y llamativos como la mostacilla (en apariencia tan poco masculina). Poco a poco ambas técnicas se combinaron y complementaron: marroquinería y pasamanería, y el resultado fue una creciente transitar con ganados por la campaña, una hoja de papel con la marca certificada con sello y firma, de los ganados que se llevaban.
La ausencia casi total de bolsillos en el traje de nuestro hombre de campo, y el hecho de que la circulación monetaria era en la época, (siglo XVIII y comienzos del XIX) sólo en piezas metálicas, principalmente de plata, de tamaños varios, pero en su mayoría de cierto volumen, obligaron a nuestras gentes a aplicar otro antiguo , sistema para llevar, su generalmente exiguo capital sobre ellos, a la vez con el mínimo riesgo de robo. Las monedas se perforaban en su centro o luego se les soldaba una pequeña argollita en una de sus caras, de manera de poder coserlas con tientos finos a la cara exterior del cinto, o usarlas como botones para cerrar los bolsillos o para abrochar el cinto en sus extremos. Estos botones sui-generis, dieron origen, más tarde, a una industria imitativa en Europa, en la época que estamos estudiando, y a ello, como a la gran difusión de su uso en otras prendas, no sólo en los cinturones, habremos de dedicar un apéndice especial de este capítulo, bajo su adecuado título de "Botones Gauchescos".
Y aquí vino a sumarse otra condición cultural propia del medio, para justificar la hipertrofia en el uso de monedas "punteando" los tiradores y las complejas abotonaduras de cierre hechas con 2, 4 y muchas monedas, que colgando de cadenillas, recibieron el adecuado nombre de rastras y luego, justamente en la época que ahora nos ocupa, los plateros comenzaron a hacer grandes rodelas o chapas, enterizas o con calados, que con varios ramales y botones, llevaron también ese nombre. La condición cultural a que nos referimos es el uso del cuchillo, el riesgo permanente de ser agredido con arma blanca, facón, daga, etc., y la necesidad de batirse, que sumado al uso casi exclusivo de armas punzantes en la guerra: espadas, sables lanzas, facones, revivieron, con toda intensidad, el uso de los elementos metálicos en los cintos, como sistema protector, como lo señalamos en aquellas antiguas culturas del viejo mundo eurasiático y norafricano.
Vamos ahora a tratar de resumir la tipología, materiales y evolución del tirador, advirtiendo también aquí en forma muy especial, que toda generalización en este caso es arbitraria y que, naturalmente, pueden encontrarse variantes más o menos abundantes de estos tipos o formas intermedias, etc.
Originalmente, los cintos eran de ancho relativamente grande, unos 15 centímetros o algo más, en su parte central (dorsal), estrechándose claramente hacia los extremos. Tenían un gran bolsillo en aquella zona, con tapa también amplia, y otros dos menores a los lados. Se cerraban al frente con una, dos, o cuatro monedas, pasando por respectivos ojales abiertos en el propio material, a veces con 2 0 3 pequeñas hebillas en el extremo de correitas, que permitían graduar su circunferencia total. Se construían de una tela fuerte o de un cuero fino y blando (agamuzado, ante, ciervo), con dibujos en hilo de color o en tientos, o con bordados. Muchas veces tenía fleco en su borde. Los botones de las tapas de los bolsillos también eran monedas.
Otro tipo era de un ancho casi todo regular, apenas mayor atrás y al centro que en los extremos, los bolsillos estaban formados por un forro más liviano sobre un cuero fuerte, generalmente tela, de cierta riqueza (seda, terciopelo), con muchos bordados o con dibujos realizados en mostacilla (escudo, corazones, iniciales, flores). Los bolsillos resultan rectangulares, separados por franjas verticales de cuero fino (tafilete, charol) sobre los que se aplican monedas. También los dos extremos, son del mismo material. Todo, incluso las tapas de los bolsillos (que siguen siendo tres), va ribeteado de charol o de tafilete. En los extremos, 2 ó 3 ojales, en cada uno, sirven para abrochar los ramales de la rastra.
Un tercer tipo de cinto, es construido en cueros finos, tafilete de color vivo y charol, combinados, recortando un cuero sobre el otro, los bolsillos son los tres clásicos, algo más pequeños (el cinto es más angosto), y otro, más pequeño, adelante sobre el flanco izquierdo; sobre el derecho tienen una canana o pistolera. Se cierra al frente con 2 0 3 hebillas pequeñas, rastra, 0 2 patacones, o una hebilla grande.
Variantes sobre este mismo tipo se hicieron con cuero de gato montés y charol; nutria o lobito y charol; cuero de carpincho curtido.
Otro cinto es el que en todo su largo constituye un solo bolsillo, cuya boca está en uno de los extremos. Es en realidad una especie de larga bolsa, de ancho variable, cuya cara exterior es de cuero fuerte (cuero vacuno con pelo, con dibujos hechos en el mismo pelo, de tripe, etc. al que se puede cubrir con abundantes monedas. Se cierra con dos patacones o con una gran hebilla. En el Sur del Brasil, a este tipo de cinto se le llama guaiaca (guayaca en nuestras tierras fronterizas), que quiere decir, algo así como "boca abierta", derivado del verbo "guaiar", el llanto de los niños .
En los últimos años, en la Provincia de Buenos Aires, ha dado en usarse por domadores, reseros y nativistas, un cinto ancho de cuero fuerte, totalmente cubierto de monedas, aún de una especie de malla de escamas, plateadas y aún doradas, al que se llama escamoso .
Como todas las hipertrofias alentadas por un costumbrismo seudo-tradicionalista, es anti-funcional (pesa un disparate), antiestético y de un claro mal gusto. La rastra con que se cierra, es también grosera y charra, en dimensiones y diseño.

El Chanchero
Llamado así por estar hecho, de preferencia, en cuero de chancho o cerdo, de superficie graneada, que contribuye a su mejor aspecto, era un cinto de anchura variable, provisto de dos o tres bolsillos y adornado con monedas de plata -los patacones, reales y medios, que circulaban antiguamente- y también de oro, las onzas o pelucones, bolivianos, cóndores y, en modo especial, la libra esterlina inglesa, de curso corriente en nuestra campaña.

BOTONES GAUCHESCOS Y RASTRAS

Como se ha señalado reiteradamente, sobre el cinto o tirador, a modo de adorno, como protección metálica de las cuchilladas, y como manera práctica de llevar el gaucho sobre sí su pequeño capital en efectivo, retomando artefactos culturales muy antiguos entre los pueblos del Mediterráneo oriental y del Norte de Africa, (árabes, etc.) se cosieron, soldándoles a los efectos un eslabón, monedas de plata (patacones) de las que circulaban en la región, ya fueran de cuño español, chileno, peruano, boliviano y, hasta nacional. Otras monedas, de tamaño menor, a veces, se usaron como botones de camisa, de chaleco, chaqueta, etc. Los patacones pareados, uniéndolos mediante un largo eslabón, u "ocho" de plata, se usaron tanto como cierre del propio tirador, como abotonadura en el cuello de las chaquetas corraleras, para los puños (en monedas de menor tamaño), etc. Esta usanza, que alcanzó difusión universal, dio origen a una verdadera industria en Europa como los ponchos, los mates y las prendas del recado, a partir de la tercera década del pasado siglo. En efecto, fábricas de quincallería y de botones militares, tomaron como modelo los cuños de monedas de circulación sudamericana, que les eran enviadas por sus representantes aquí, en especial sus anversos con escudos, etc., y empezaron a fabricar, en serie, botones de latón o bronce que, plateados, resultaban iguales a los hechos con auténticas monedas de plata y que, por su bajo precio, incrementaron aún más su uso. También las casas de moneda de algunos países del continente, como la de Chile, fabricaron botones gauchescos, no monedas, aún de metal precioso (plata).

LA RASTRA.
La rastra o abotonadura especial del tirador, tiene su origen en los mencionados botones gauchescos. En efecto, aquel cierre de dos o cuatro patacones o chapones, pronto se fue haciendo más complicado, se alargaron las cadenas que los unían, se agregaron a éstas, nuevas monedas o botones hasta formar rastras, que pendían sobre el abdomen del usuario; muchas veces a falta o supliendo a las monedas, simplemente se le colgaban cadenillas con bolitas de plata o pequeñas borlas de hilo plateado, que justificaban ampliamente su nombre de "rastra". Poco a poco los plateros, siguiendo las apetencias del gusto de los propios usuarios, o sus propias inspiraciones, fueron aumentando las dimensiones de las rastras. Se las dotó de una pieza, chapa o florón central. Redondo, cuadrado, rectangular. Con figura~ en relieve: gaucho a caballo, gaucho a caballo bebiendo en un chifle; cabeza de caballo; escudo nacional; cabeza de mujer; motivos zoomorfos o fitomorfos (pájaros, flores, etc.); marca de estancia; monograma; etc..

La rastra, que cerraba su parte delantera, es una de las prendas gauchas que subsisten aún y quizá la que goza de mayor aceptación. Reemplaza la hebilla común de nuestro cinturón y consiste en una chapa de metal -níquel, plata u oro- de diversas formas, unas veces grabado y otras calado, monogramas hasta el nombre del dueño.
De argollitas soldadas en la parte inferior de la chapa, salen repartidas por mitades, a derecha e izquierda, ramales -cadenitas o trabas articuladas- terminados en una especie de botón que suele ser una moneda de plata o de oro, un escudo, una flor, etc.; estos botones se abrochan en los ojales correspondientes en los dos extremos del cinto, con lo que este queda sujeto y cubre el ceñidor o la faja.
Por lo que respecta al tamaño y el peso, hubo rastras de todas las magnitudes, de acuerdo con el gusto del interesado o con el volumen de su cuerpo.
Igual variedad debe anotarse en lo referente a los motivos decorativos de su labrado.

No hay comentarios.: